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CAPITULO XIX - Entendiendo las dos Naturalezas

Mucha confusión puede originarse de la enseñanza inapropiada de las dos naturalezas. Como ganador de almas, Ud. necesita entender este tema, no sólo para poder contestar las preguntas de los demás, sino también para que Ud. mismo pueda vivir su propia vida, de una manera efectiva, para el Señor. Si Ud. no tiene una comprensión de lo que las Escrituras enseñan sobre este tema, Ud. estará a menudo confuso, dudoso, angustiado, y no podrá mantener un testimonio fiel y efectivo.

La falta de comprensión en cuanto a las dos naturalezas da lugar a preguntas como las siguientes: (1) ¿No peca más una persona verda­deramente salva? (2) ¿Puedo perder mi salvación si continúo pecando? (3) ¿Qué le sucede a un Cristiano cuando peca? (4) ¿Cómo puede el Cristiano tener el poder para servir realmente al Señor? Le recomendamos que estudie cuidadosamente este capítulo, leyendo los versos en su Biblia, y que Ud. mismo descubra las respuestas a estas preguntas.

El nuevo nacimiento es otorgado por Dios cuando una persona, medi­ante una fe sincera, acepta el pago que el Señor Jesucristo efectuó por ella en la cruz. Esto no es un proceso, o el resultado de buenas obras. No es el bautismo por agua. Esto es un nacimiento. Juan 3:5 declara que una persona debe ser nacida de agua. Aquí está hablando especialmente del Espíritu Santo. El es agua viva, no H20, y en todo el libro de Juan está referida como al Espíritu Santo, (Juan 4:1 1, 14; 7:38, 39).

El primer nacimiento es de la carne. El segundo nacimiento es del Espíritu, (Juan 3:6). Estos dos nacimientos son completamente distintos, y el nacimiento de la carne no tiene nada que ver con el segundo nacimiento, que es del Espíritu (Juan 1:12, 13). Nunca con­funda viene de Dios Mismo, el cual es Espíritu (Juan 1:12, 13). Nunca confunda los dos pensando que la carne puede inducir el nacimiento del Espíritu. La semejanza produce semejanza, y la carne puede reproducir solamente carne. Sólo el Espíritu puede dar nacimiento al Espíritu.

El nuevo nacimiento no viene de las oraciones, ni tampoco el hablar en alguna jerga desconocida es prueba de que uno lo ha recibido. Dios garantiza otorgar el Espíritu Santo a todos los que creen (Juan 7:38, 39; II Corintios 1:22). En la Palabra de Dios se habla de que el Espíritu Santo es un don de Dios, que no viene por los esfuerzos humanos (Romanos 5:5).

Los apóstoles jamás trataron de "orar hasta el extremo" ni obrar para recibir el Espíritu Santo. A los apóstoles se les ordenó esperar el Espíritu Santo en Jerusalén, y estando allí Dios enviaría el Espíritu Santo (Hechos 1:4, 5). Ellos esperaron en Jerusalén durante 50 días, compeliéndose así lo que se les había profetizado pues el Espíritu Santo vino sobre ellos (Hechos 2:1-17). Esta promesa fue dada a todos los que quieran recibir al Señor Jesucristo como Salvador personal — y no a unos pocos. "Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne" (Hechos 2:17). Con esto se refería a todos los que recibirían al Señor Jesucristo como Salvador personal.

Cuando una persona es salva, los deseos carnales de su naturaleza física no cambian ni mejoran en absoluto. Dicha naturaleza permanece igual. La carne es la carne y ésta permanece igual (Juan 3:6). Mucho de la enseñanza antiescritural y la confusión viene de pensar que la vieja naturaleza debiera mejorar después de la salvación, y cuando las personas continúan viendo pecado en sus vidas, esto trae grandes dudas en cuanto a si es que la conversión de ellas fue real o si es que han perdido su salvación, etc.

1 Juan 3:9 dice, "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar porque es nacido de Dios." Sin lugar a dudas, este verso enseña que el nuevo nacimiento del Espíritu jamás comete ningún pecado. Hay otros versos que enseñan que la vieja naturaleza nunca mejora en nada, sino que permanece siendo mala, como lo dice Romanos 7:18, "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo."

La Biblia enseña que la vieja naturaleza no cambia, pero puede ser controlada por el poder del Espíritu Santo que mora en todos los creyentes. El que la nueva naturaleza o la vieja naturaleza tenga control sobre el individuo depende totalmente de la decisión de la persona a cuál de ellas nutrirá y permitirá gobernar. Gálatas 5:16 dice, "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne." La palabra griega traducida "andad," significa ser "correspondiente, controlado, y guiado." En otras palabras, sea correspondiente al Espíritu, sea controlado por el Espíritu, y sea guiado por el Espíritu y Ud. no será controlado por la carne. Los deseos de la carne continuarán estando presentes, pero Ud. no será controlado por ellos.

Sírvase notar que el verso no está diciéndonos, "No satisfagáis los deseos de la carne y seréis espirituales. . ." Muchas personas piensan que vivir una vida piadosa y negativa es lo mismo que ser realmente espiritual. Las personas dentro de esa categoría se convierten en individuos excesivamente críticos de los demás a pesar de que nunca se preocupan por guiar un alma al Señor.

Hay una batalla continua entre la vieja y la nueva naturaleza. "Por­que el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gálatas 5:17).

Si Ud. quiere que la nueva criatura sea victoriosa en su vida, Ud. debe alimentar y ejercitar a esa naturaleza espiritual. Recuerde que su vieja naturaleza ha sido alimentada y ejercitada toda su vida hasta que Ud. fue salvo. Su vieja naturaleza regirá su vida al menos que Ud. alimente y ejercite regularmente a su nueva naturaleza.

Por ejemplo, en una competencia de boxeo, el púgil que está mejor entrenado y es más fuerte, es el que gana la pelea. En el boxeo no organi­zan peleas desiguales, de un hombre grande y fuerte contra un hombre pequeño y débil . . porque entonces nunca sería una genuina competencia.

El fruto (resultado) de ser controlado por el Espíritu se describe en Gálatas 5:22, 23, "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."

El fruto (resultado) de ser controlado por la carne se describe en Gálatas 5:19-21, "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán reino de Dios." La última parte del verso 21 destaca que ninguna obra de maldad puede entrar al cielo, sino que las mismas son el resultado de una persona que está bajo el control de la vieja naturaleza. Solamente la rectitud puede entrar al cielo, y esto viene únicamente del nuevo nacimiento. El nuevo naci­miento nunca comete pecado, sino que es incorruptible (1 Pedro 1:23).

Se hace difícil para las personas entender claramente que el cielo es un lugar perfecto y que sólo la persona que es perfectamente justa puede entrar allí, pero su rectitud no es resultado de las obras humanas, sino el resultado de una rectitud perfecta que es dada al hombre mediante el nuevo nacimiento.

En 1 Corintios 6:9, 10 leemos que ningún pecado entrará en el cielo . . pero el verso 11 nos dice cómo somos lavados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo. Entonces, una vez que la persona es salva, va tiene el poder para servir al Señor, y así ser un testigo fiel (Hechos-1:8).

EL SECRETO para lograr una "vida cristiana victoriosa" es algo que no existe. Esto está muy explícitamente enseñado en la Biblia. II Timoteo 2:4 nos dice que, "Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado." Para poder vivir efectivamente para el Señor Ud. debe disciplinar su vida para que incluya las cosas del Señor y para que excluya las cosas del mundo. Colosenses 3:2 nos dice, "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra."

Cuando nosotros realmente estamos concientes del triste hecho de que millones de personas están perdidas y yendo al infierno, y que a nosotros se nos ha confiado el mensaje del evangelio que puede guiarlas al Señor y al cielo, no es difícil determinar que nuestras vidas van a VALER para el Señor. Esto es una decisión continua, de cada día, cada momento. Cada vez que uno dice "SI" y obedece al Señor, en vez de decir "NO" y desobedecerle a EL, uno es "Espiritual"—está controlado por el Espíritu Santo. Es de esta manera cómo uno puede ser un hijo de Dios productivo y feliz.

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