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CAPITULO VII - El Señorío de Cristo en la Salvación


CRISTO, el  SALVADOR

Jesucristo es el único Salvador de la humanidad que existe. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Cuando Jesús nació, el ángel dijo: “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11). El profeta Isaías repite las palabras de Dios, que dijo: “Yo, yo Jehová (el Señor), y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43: 11).

Las Escrituras hacen énfasis en que Dios se hizo carne en la persona de SU Hijo, Jesucristo, y se convirtió en el Salvador de la humanidad (Juan 1:1-3, 14, 29).

La creencia o incredulidad del hombre con respecto a la calidad de Salvador que Jesús posee, no cambia en absoluto el hecho de que Jesucristo es verdaderamente el Salvador. Sin embargo, cuando una persona reconoce que Jesucristo es verdaderamente el Salvador, y confía en EL para que sea su Salvador, entonces—y recién entonces—esa persona recibe los beneficios del poder salvador de Cristo. Jesucristo murió y resucitó por todos (Hebreos 2:9; I Juan 2:2), pero EL salva únicamente a aquellos que confían en EL. Es decir, que aunque EL es “el Salvador del Mundo,” EL salva solamente a las personas del mundo que individual y personalmente le reciben a EL por la fe. Dios invita a “todo aquel” a confiar en SU Hijo, pero una asombrosa verdad de la Palabra de Dios es que los hombres pueden prohibir al Salvador que los salve. Tales personas mueren sin un Salvador, a pesar de que UNO estaba disponible para ellos todo el tiempo (ver Juan 3:16-18; I Juan 5:10-12; Apocalipsis 22:17).

CRISTO, el  SEÑOR

Lo que hemos visto acerca de Cristo—que EL es el Salvador—también se aplica a SU Señorío. Cristo ES el Señor, aunque los hombres lo crean o no. El que una persona permita o no que Cristo sea su Señor, ya es otra cosa.

Jesucristo es el Creador y Controlador omnisapiente y omnipotente del Universo. Colosenses 1:16 nos dice: “...Todo fue creado por medio de él y para él.” El verso 17 agrega, “...y todas las cosas en él subsisten” (se mantienen unidas). Dios guió a Pablo para que escribiera que Cristo Jesús es “el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 6:15). AQUEL que fuera crucificado en el Calvario era nada menos que el Señor de Gloria (I Corintios 2:8).

Algunas personas preguntarán si Jesús era realmente el SEÑOR cuando los hombres “. . . le mataron, por manos de inicuos, crucificándole...” (Hechos 2:23). ¡Naturalmente! Pues EL MISMO dijo, “...yo pongo mi vida, para volverla a tomar. NADIE me la quita, sino que yo de mi mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar...” (Juan 10:17, 18).

¿Es EL actualmente el Señor, aunque algunos hombres rehúsen permitirle que gobierne sus vidas? ¡Por supuesto! La Biblia dice, “...que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Mesías).

La hora viene cuando TODOS confesarán que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:10, 11).

LO QUE ESTEA SUNTO INVOLUCRA

Así como cuando recibimos al Salvador por la fe, EL se convierte en NUESTRO Salvador, así también cuando permitimos que Cristo Jesús controle nuestra vida, EL se convierte en NUESTRO SEÑOR.

Existe una cantidad cada vez mayor de “evangélicos” en la actualidad, quienes predican que a fin de poder salvarse, una persona debe no solamente recibir a Cristo como su Salvador, sino que también debe hacerlo Señor y Maestro absoluto de su vida.

Esta doctrina ha sido denominada “La Salvación del Señorío,” y no tiene absolutamente ningún fundamento en la Palabra de Dios. Es, en efecto, otra de las sutiles artimañas que Satanás ha ideado para hacer que la gente que cree en la Biblia agregue obras a la salvación, quizás sin darse cuenta, y para que lo hagan de tal manera que parezca bueno y espiritual.

¿Qué otra cosa podría tener más SONIDO espiritual, o que honre más al Señor, que una declaración como: “O Cristo es el Señor de todo, o EL no es ni siquiera Señor. Y si EL no es Señor, entonces EL no es su Salvador. Ud. está perdido. Ud. debe entregarle todas las riendas de su vida a EL. Entréguele su vida a EL si quiere ser verdaderamente salvo…” Esto es lo que esta falsa doctrina dice.

La verdad del asunto es que la salvación no es, de ninguna manera, una proposición para “dar” nada, sino una invitación para “recibir.” Nosotros no damos nuestros corazones, nuestras vidas, voluntades o alguna otra cosa a Dios a fin de hacer que EL nos salve. Esto sería una forma de soborno, una especie de merecimiento o compensación para ser salvos—pero Dios dice que la salvación es “NO DE VOSOTROS”—y especialmente, no es algo que le ofrecemos a Dios.

¡La salvación es “recibir”! Simplemente recibimos al Hijo de Dios. Juan 1:12 nos dice, “Mas a todos los que le RECIBIERON, a los que creen en su nombre, les dio potestad (derecho) de ser hechos hijos de Dios.” Dios es el que da la salvación. Nosotros somos los que la recibimos.

Dios DIO a SU Hijo (Juan 3:16).

Dios DA vida eterna a los que confían en SU Hijo (Juan 10:28).

Dios DA a los creyentes todo lo necesario por medio de SU Hijo (Romanos 8:32).

Cristo no vino al mundo para hacer que nosotros nos sacrifiquemos, le sirvamos o demos nuestras vidas a EL... sino que EL vino para ser NUESTRO sacrificio, para servirnos a NOSOTROS, y para dar SU vida en rescate por NUESTROS pecados. “Porque el Hijo de Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

Dios ofrece salvarnos como pecadores, y EL no requiere que nosotros dejemos de pecar y comencemos a obedecerle, antes que EL pueda salvarnos. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). En 1 Juan 1:8 leemos que, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” NADIE puede decir que dejó de pecar y que ENTONCES el Señor lo salvó. Esto es imposible. Como fiel ganador de almas deberá cuidarse de no pedir que el inconverso haga lo imposible. Recuerde que Dios tampoco lo exigió de Ud. Es sólo DESPUES que la persona ha sido salva que el Espíritu Santo le dará el poder para controlar su vieja naturaleza y vivir una vida que agrade al Señor (Filipenses 2:13).

“La Salvación del Señorío” es a veces predicada por hombres que se sienten sinceramente enfermos por el bajo nivel espiritual del Cristiano “promedio.” Por lo tanto, estos hombres comienzan a predicar un mensaje que ellos esperan traerá resultados más evidentes y duraderos. Podemos simpatizar con dichos predicadores. La condición espiritual del Cristiano corriente es a menudo deplorable. Pero aun la lectura casual del Nuevo Testamento revela que la iglesia primitiva tenía los mismos problemas. Ver 1 Corintios 3:1-4; 5:1-5; Gálatas 4:8-11; Hebreos 5:12-14;y II Tesalonicenses 3:6-15.

¿Qué hicieron los primeros apóstoles para combatir este problema de inercia espiritual? ¿Cambiaron ellos el mensaje del evangelio de “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” a “Crea en el Señor Jesucristo, deje de pecar, y permita que él gobierne sobre todos los detalles de su vida, y será salvo?” ¡Por supuesto que no! Esto no es el evangelio. Dios no da el Espíritu Santo respondiendo a un mensaje de “gracia más obras” para la salvación.

¿Qué hicieron entonces los apóstoles? Ellos hicieron énfasis sobre las doctrinas apropiadas para llenar las necesidades de la gente. Las grandiosas y transformadoras verdades Escriturales, tales como el Espíritu Santo habita en el creyente, el regreso inminente del Señor Jesucristo, el eterno destino de los perdidos, y el hecho de que “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí,” fueron continuamente predicadas con insistencia a los hijos de Dios, y el Espíritu Santo realizó SU obra de redargüir y transformar vidas.

El problema no está en el mensaje de Dios para la salvación. Este es eterno e inmutable. Siempre será suficiente para hacer lo que se ha determinado que haga—salvar las almas. El problema estriba en que el pueblo de Dios no ha hecho que las grandes verdades bíblicas se apliquen a sus vidas, y por lo tanto, están viviendo en decadencia espiritual.

Si para ser salvo uno debe permitir que Cristo sea el Señor de su vida, ¿por qué la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento están llenas de mandamientos, advertencias, exhortaciones, y súplicas para que el hijo de Dios se rinda al Señorío de Cristo? Si la “salvación del Señorío” fuera cierto, estas personas ni siquiera serían hijos de Dios... Pero es evidente que ellos lo son, puesto que a través de las epístolas ellos son llamados “hermanos,” “santos,” “creyentes,” etc. Asimismo, puesto que es obvio que Dios CIERTAMENTE exhorta a SUS propios hijos para que PERMITAN que EL los controle, para ser el Señor de ellos, entonces es igualmente obvio que ellos no TUVIERON que hacer que Cristo sea el Señor de sus vidas para ser salvos. Considere los siguientes pasajes, en los cuales Dios implora a SUS propios hijos que permitan que EL los controle: Romanos 6:12, 13; 21:1, 2; Gálatas 3:1-3; 5:16; Efesios 4:1-3; 6:10-17. Cuando el pastor ALIMENTE sus ovejas, éstas no carecerán de conocimiento acerca de cómo ser espiritual (Jeremías 23:4, 28; Hechos 20:18-32; I I Timoteo 4:2).

DELIBERACION DE ROMANOS 10:9

Este es el verso que es usado principalmente con la intención de demostrar la base Escritural del Señorío total de Cristo en la Salvación. La traducción castellana de nuestra Biblia (Reina-Valera), dice lo siguiente: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Una traducción más literal de una parte de este verso sería: “Si confesares con tu boca a Jesús como Señor... serás salvo.” Aquí es donde obtienen la base para esta falsa doctrina los que abogan por la salvación mediante el “Señorío” total de Cristo.

No obstante esto, observemos varios detalles acerca del contexto de este verso. Antes que nada, Pablo está escribiendo principalmente a los incrédulos de Israel. Desde el punto de vista humano, los judíos tuvieron una parte muy real en la crucifixión de Cristo (ver Hechos 2:22 23, 36; 4:10-12). Si ellos se hubieran dado cuenta de que Jesús era Dios mismo, seguramente no hubieran participado en darle muerte (1 Corintios 2:7, 8). Por lo tanto, los judíos incrédulos (y cualquiera otra persona que quiera ser salva) debían admitir el hecho que Jesús es el Señor—que EL es el MISMO DIOS--y que todos los que lo confiesan de tal manera son salvos (Romanos 10:9, 10, 13). El énfasis aquí no está en hacer a Jesús Señor de la vida de alguno, sino más bien, en reconocer SU verdadera identidad— ¡que EL es Dios! En Juan 8:24 encontramos que si una persona no cree que Cristo es Dios, dicha persona muere en sus pecados.

Asimismo, nótese que en ningún lugar en todo el capítulo de Romanos 10, encontramos que nuestras vidas están bajo observación. En cambio, el énfasis está en la persona de Cristo. El asunto no es tanto lo que i o haga, sino quién es EL. Esto no es una cuestión de servicio, sino de salvación. Nunca confundamos las dos cosas. La salvación se convierte en algo propiamente nuestro cuando confiamos en Cristo para SALVARNOS. El servicio efectivo es nuestro a través de la OBEDIENCIA. La salvación primordialmente involucra al espíritu y nuestro eterno destino; y es un regalo (Juan 5:24). El servicio involucra al cuerpo, y nuestra vida terrenal presente; y es la obra por la cual se dan recompensas (ver Romanos 12:1, 2; 1 Corintios 3:8-15; Lucas 10:2).

El extinto Dr. M. R. DeHaan se dio cuenta de la importancia de mantener la salvación y el servicio separados, y correctamente dijo: “Existe una vasta diferencia entre venir a Cristo para la salvación y venir en pos de Cristo para el servicio. Venir a Cristo lo hace a uno creyente, mientras que venir en pos de Cristo lo hace a uno discípulo. No todos los creyentes son discípulos. Para convertirse en creyente uno acepta la invitación del evangelio. Para llegar a ser un discípulo uno responde al desafío de una vida de separación y dedicación al servicio. La salvación viene a través del sacrificio de Cristo, mas el discipulado viene únicamente mediante el propio sacrificio y la rendición de nuestras vidas a un servicio de devoción respondiendo al llamado del Señor. La salvación es gratuita, pero el discipulado involucra pagar el precio de una vida separada. La salvación no puede perderse debido a que ésta depende de la fidelidad de Dios. Pero el discipulado puede perderse puesto que depende de nuestra fidelidad.”

RAZONES POR LAS QUE NO ENSEÑAMOS LA “SALVACION DEL SEÑORIO DE CRISTO”

1. Porque contradice las Escrituras y por tanto no puede ser cierto. Esta sola razón debiera dar por terminado el asunto. Si una doctrina es contraria a lo que Dios dice, entonces debiera descartarse inmediatamente. Ver Romanos 3:4; Tito 2:7; Gálatas 4:16.

2. Porque causa confusión y frustración a la persona incrédula, debido a que deja la impresión de que la salvación es por obras. Por lo tanto, el incrédulo frecuentemente posterga o demora aceptar a Cristo hasta estar “preparado para rendir su vida entera al Señor.” Si a dicha persona se le presentara la verdad—que esta salvación es gratuita pero que después de ser salvos el Señor obra en nuestras vidas—quizás podría confiar en Cristo. Pero por causa de un mensaje de “gracia más obras” NUNCA podrá confiar en Cristo para la salvación (1 Corintios 14:8, 9).

3. Porque este tipo de mensaje NO PUEDE SALVAR. Si alguien se salva durante la predicación de esta clase de mensaje, es porque Dios ha respetado una porción de SU Palabra A PESAR de la enseñanza inescritural involucrada en el mensaje (ver Romanos 4:5; 10:17; 11:6; Isaías 55:8-11, Gálatas 5:1-4.)

4. Porque este tipo de mensaje está condenado por Dios. Cualquier clase de mensaje, no importa cuán “bueno” suene, es condenado por Dios, al menos que sea SU propio mensaje de la salvación. SU mensaje es el único que salva. Todos los demás mensajes son de origen carnal o satánico, y condenan a los hombres al infierno. Por lo tanto, Dios maldice tales mensajes (Juan 14:6; Hechos 4:12; 11 Corintios 11:13-15: Gálatas 1:6-9; 3:1-3).

5. Porque la persona que predica tal mensaje también es condenada por Dios. ¿Le parece que esta declaración es demasiado seria? Por supuesto, pero es lo que Dios nos dice en SU Palabra. La persona que predica que los esfuerzos humanos tienen parte en la salvación, está guiando a la gente al infierno y no al cielo. Aun cuando la persona esté convencida de que es sincera, el mensaje erróneo sigue teniendo los efectos del mensaje inescritural. La sinceridad no es un sustituto de la verdad (Deuteronomio 27:17; Proverbios 17:15; 19:5; Jeremías 23:1).

6. Porque dicho mensaje, en efecto, hace a Dios mentiroso y a la Biblia una falsedad. Si la salvación en realidad viene a los que rinden sus vidas a Cristo, entonces Dios ha estado siempre equivocado, a través de toda la Biblia, porque la salvación es enseñada desde Génesis hasta Apocalipsis, como que viene solamente por medio de la fe (Tito 1:2, 3: Romanos 3:4).

7. Porque hace que aun los predicadores Cristianos fomenten un e­rror al pensar que, pudiendo tener algún mérito ficticio, haría que ellos también lo predicaran. En cierta ocasión, un Cristiano bien conocido regresó a su patria—después de haber asistido a una serie de conferencias en un país extranjero—e hizo la siguiente declaración: “Me esforcé por hacer que fuese bien difícil aceptar a Cristo en ese país. En el nuestro es demasiado fácil convertirse en Cristiano, por lo que hice que fuera muy duro para ellos ser creyentes. Les dije que el aceptar a Cristo significaba dejar de pecar, leer sus Biblias, orar todos los días abandonar las malas costumbres, asistir a la iglesia con regularidad, etc. Y a pesar de estos mensajes tan difíciles de cumplir, cientos de personas hicieron decisiones para Cristo.”

¡QUE TRAGEDIA! Cuando la gente escucha el verdadero evangelio después de oír este tipo de mensaje, con frecuencia no puede distinguir lo que es la verdad de lo que es error, y por lo tanto, muchas personas quedan confundidas y, lo que es más lamentable, sin la salvación.

8. Porque la predicación de este erróneo mensaje deja sin recompensas al que lo predica. Pablo dijo, “Porque ¿cuál es nuestra  …corona...? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” Cuando más personas podamos ganar para Cristo, más almas habrá en el cielo, y por lo tanto, más galardones recibiremos. Pero los que predican un mensaje confuso, estorban a las personas a confiar en Cristo como Salvador personal. Por consiguiente, muchas almas quedan sin salvarse, y así, estos predicadores no recibirán las recompensas que podrían haber ganado (I Tesalonicenses 2:19, 20; I Juan 2:28; II Juan 8; I Corintios 9:18).

9. Porque confunde a los creyentes “laicos” y hace que sean inefectivos en sus testimonios. Recientemente, una joven dijo: “Yo sé que Ud. es sincero y que tiene pasajes bíblicos para respaldar lo que predica. Pero mi pastor también es sincero y enseña acerca de la salva­ción de manera diferente a la suya. ¿Cómo podría saber yo, cuál de Uds. tiene razón? ¿Cómo voy a testificar si no sé lo que debo decir a la gente?”

Un creyente confundido no puede ser un testigo fiel debido a que estará en un constante disturbio mental acerca de lo que debe decir. Y cuando se decida a testificar, probablemente dará alguna mezcla de “gracia y obras” que no solamente confundirá a algún perdido, sino que también traerá desaliento a su vida al darse cuenta que la gente no responde a su testimonio. El evangelio es las buenas nuevas, y la gente siempre responde al genuino evangelio.

10. Porque obstruye el crecimiento del cuerpo de Cristo. Este es uno de los resultados del párrafo anterior (No. 9). Cuando los labios de los creyentes permanecen en silencio (no importa cuál la razón), entonces el flujo natural que produce frutos es detenido. Puesto que el cuerpo de Cristo está compuesto de creyentes, el crecimiento de SU Cuerpo es obstruido cuando las almas dejan de salvarse (Juan 15:8, 16).

Asimismo, esto también impide el crecimiento de la iglesia local. Esto es muy evidente cuando uno medita en ello. Escapa a nuestra imagina­ción cómo cualquier predicador pudiera pensar que este mensaje de “gracia y obras --que es condenado por Dios---de alguna manera podría beneficiar a alguna persona. ¡Debemos aprender a PENSAR LAS COSAS CUIDADOSAMENTE!

Porque trae persecución a los creyentes que están firmes en la Palabra de Dios y defienden el genuino mensaje de la “justificación por la fe.” Los creyentes que poseen una idea clara del evangelio, a menudo son acusados de predicar una “creencia fácil” o una “gracia barata.” ¡Nada podría estar más alejado de la verdad! Piense Ud. en esto, ¿es alguna persona salvada mediante una “creencia difícil”? ¡No conozco a ningún Cristiano que crea que la gracia es “barata”! Esto es absurdo. La gracia de Dios es preciosa. El precio que nuestro Señor Jesucristo pagó por nuestra redención fue tan elevado que nada podría jamás compararse a su incalculable valor. La salvación es cualquier cosa menos barata. Es ofrecida gratuitamente sólo porque Jesús pagó el precio completo de la misma. Y ese precio fue la sangre de SU preciosa vida (1 Pedro 1:18, 19).

¡Dios ha sufrido TANTO para proveernos la redención! Cuando pienso que Jesús aun dio SU vida—sufrió una muerte tan horrible—a fin de proveerla vida eterna, a manera de don gratuito, a los que aceptan por medio de la fe, el pago que EL efectuó... y luego viene alguien que profesa ser un hijo de Dios, y quiere hacer que la salvación sea DIFICIL para los perdidos... ¡Cuánta aflicción debe traer esto al corazón del Salvador!

“¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santifi­cado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:29).

Dudo seriamente que alguien de inteligencia normal, pueda leer cuidadosamente en las narraciones evangélicas lo que Cristo sufrió para poder comprarnos la salvación, y continuar hablando con mucha labia de una “gracia barata.” Nadie se salva por medio de una “gracia barata.” ¡Los creyentes son salvos por una GRACIA MARAVILLOSA E INAPRECIABLE!

No permita que Satanás lo ciegue al hecho de que la salvación ES REALMENTE GRATUITA al hombre. No preste atención cuando le diga que la “justificación por la fe” es una doctrina peligrosa que lo conducirá a una “vida disoluta.” Los más grandes ganadores de almas que han vivido, creyeron en la salvación por gracia mediante la fe, y la predicaron fielmente... por lo cual Dios los bendijo a ellos y a sus ministerios.’

¡Tenemos una salvación milagrosa—provista y preservada por Dios mismo! Comuniquemos las buenas nuevas de esta salvación, con sencillez y fidelidad, para la gloria del Señor.

“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (I Corintios 1:30, 31).

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